La violencia es un virus que terminó contagiando a la psiquiatría

Dra. Ester Norma Martin
 Médica Psiquiatra UBA, Profesora Universitaria egresada UBA, Ex – Coordinadora de la Comisión Médica Central  de la Superintendencia de AFJP y de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo –  Ex Jefa Depto. Medicina Legal ANSeS – Prof. de U. Barcelo, U. Favaloro, UCA, U. del Comahue, S.M.T.BA,  SOMETRA, FAMETRA – Perito Consultor del Poder Judicial -      Perito Psiquiatra Laboral en Leyes Previsionales y de Riesgos del Trabajo. Presidente Honorario del Capítulo Psiquiatría y Ley de APSA.

 

         No es casual que se afirme que la violencia terminó contaminando a la Psiquiatría.
La afirmación de que "la violencia se propaga como un virus" es una metáfora usada para describir cómo la violencia se transmite de persona a persona, creando un ciclo de perpetuación similar a una enfermedad infecciosa. 
         Esta transmisión ocurre a través de la exposición a la violencia, lo que influye en el comportamiento futuro de una persona y aumenta la probabilidad de que se convierta en perpetradora. 
         Los mecanismos de transmisión incluyen la observación de actos violentos, que pueden generar cambios cognitivos y de pensamiento que llevan a la comisión de más violencia. 
Pero la violencia tiene modos de penetración más sutiles, como es su precedente el “PREJUICIO”.
         Desde hace muchos años la Psiquiatría como Ciencia, es azotada por las diferentes expresiones de la “Antipsiquiatría” que “niega la existencia de la “Enfermedad mental”, la considera el producto exclusivo de situaciones sociales externas, algunos defensores se enorgullecen de llamarse a sí mismos “abolicionistas” e inclusive responsabilizan a las internaciones psiquiátricas de producir cuadros psicóticos cuando en realidad es la descompensación psicótica o los riesgos para sí y/o para terceros, los que determinan el resguardo del paciente en internación, para evitar tragedias como las que son noticia frecuente.
         La Psiquiatría nació como Ciencia Médica en 1794 cuando un iluminado, Phillipe Pinel, dio la orden de quitarle las cadenas a los enfermos de la Salpetriere, hasta ese momento considerados embrujados o poseídos por el demonio.
         Las Clasificaciones Clínicas Psiquiátricas, respetadas por su claridad nosológica en los Tratados de Psiquiatría, también terminaron siendo el blanco de un ataque morboso que intenta destruir toda sistematización del conocimiento especializado imprescindible para unificar criterios diagnósticos clínicos, insustituibles  en el presente al momento de aplicar los beneficios de Leyes que amparan la incapacidad intelectual vitalicia, en individuos que nunca hicieron aportes.
         Cuando se afirma que la “violencia” penetra las ciencias con el filo de un puñal asistido por los cambios culturales y las políticas del momento, no se exagera.
         Las clasificaciones clásicas de la Psiquiatría, por ser clínicas, han contribuido con los aportes de semiólogos argentinos como el Dr. Carlos Pereyra  y de otros extranjeros de jerarquía mundial.-
         El universo de los cuadros psicopatológicos que generan beneficios de “Pensión por fallecimiento y Pensiones no contributivas hoy están en la tapa de los diarios”, pocos conocen las diferencias y reina la confusión periodística.
         Las Pensiones por Fallecimiento están en la órbita del Ministerio de trabajo, mientras las “Pensiones no contributivas por Discapacidad” están en la órbita del Ministerio de Desarrollo Social.
         La determinación de la severidad de incapacidad en ambos trámites, exige la aplicación del Baremo Previsional “Dec. Reglamentario Nº 478/98“ de la Ley Previsional 24.241 vigente en el SIPA (Sistema Integrado Previsional Artentino) Ley 26.425/2008.
El Capítulo de Psiquiatría del Baremo Previsional respetó las clasificaciones clínicas universales, imprescindible para la aplicación de criterios médicos especializados de valor indiscutible hasta ahora.
         En lugar de ello, por ignorancia y prejuicio, se omitió intencionalmente el conocimiento de la etimología de la terminología utilizada en dichas clasificaciones  (para diferenciar los grados de insuficiencia congénita de la inteligencia de los pacientes) tanto para las actividades de la vida diaria, como para el desempeño de la vida laboral y social; y en su lugar se tergiversó el sentido, aplicando el uso que el vulgo emplea en la actualidad como insulto.
         La palabra "idiocia" proviene del griego idiōtēs, que significa "persona particular", "privada" o "laica", en contraposición a alguien que participa en la vida pública o ejerce un oficio especializado. Originalmente, describía a una persona que vivía centrada en sí misma y sus asuntos privados, en lugar de participar en la política. 
         La palabra "imbecilidad" proviene del latín imbecillus, que significa "débil" o "de mente débil". Su etimología más específica se asocia con el prefijo latino in- (sin) y baculum (bastón), interpretándose literalmente como "sin bastón". Inicialmente se refería a la vulnerabilidad, debilidad física y luego se incorporó la mental.
         Debido a los cambios sociales, la pérdida de valores y el deterioro en el trato, la violencia contaminó el discurso, cambió el significado de los términos médicos creando “neologismos” y actualmente muchos lo utilizan como agresión.
         La pérdida de respeto y los insultos frecuentes se favorecen por factores como la inseguridad y falta de autoestima, la intolerancia, la falta de empatía, la mala educación y un control deficiente de la ira y los impulsos. Una dificultad para manejar la ira y la frustración puede llevar a respuestas verbalmente agresivas y a insultos como forma de desahogo.
         Las personas inseguras o con baja autoestima pueden insultar para sentirse mejor o culpar a otros por su propia situación. 
         La búsqueda de poder o estatus a través de la comunicación violenta también contribuye, al igual que la proyección de las propias frustraciones e inseguridades. Además, la normalización del insulto, ya sea por exposición familiar o por falta de autoestima, perpetúa este comportamiento en las relaciones interpersonales. 
         La incapacidad de ver el punto de vista de los demás y una intolerancia a las diferencias pueden llevar a despreciar y faltar al respeto a las personas. 
Mala educación, falta de normas básicas de convivencia y de valores puede derivar en un trato descortés y un desprecio hacia los demás como a la normalización del insulto.
Algunas personas usan la comunicación violenta, como el insulto, para imponer su voluntad, crear jerarquías o sentirse superiores a otros. 
Asumir el rol de víctima,  justificar la falta de respeto, culpar a la víctima o justificar el insulto y el maltrato, daña la autoestima de quien lo sufre y crea un ciclo de comportamiento tóxico. 
Frente al mal trato y la denigración ¿qué debe hacerse? ¿Corresponde la naturalización del mismo?

         El DSM5 si bien cambió la denominación de "retraso mental" debido a su connotación negativa reemplazándolo por el diagnóstico de "Discapacidad Intelectual leve, moderada, grave, profunda,  discapacidad intelectual no especificada”; no encontró reemplazo de la terminología en “Retraso global del desarrollo”.
         Por lo tanto ¿seguimos naturalizando la “violencia verbal” y seguimos cambiando las clasificaciones diagnósticas hasta que se acaben los sinónimos y la creatividad o, combatimos la mala educación y le ponemos límite a los malos tratos y a los insultos que denigran la convivencia?

                                  Dra. Ester Norma Martin

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SOCIEDAD ARGENTINA DE PSIQUIATRIA FORENSE